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No lo encierres en una burbuja, ¡puede enfermar!

Si eres de esas mamás súper exigentes con el ambiente y no permites siquiera que le dé el aire, podrías estar exponiéndolo aún más.

Ricardo y Marianela sintieron la más grande de las alegrías cuando nació su primer hijo, pero también el mayor de los temores a algo tan natural como inevitable: los gérmenes. A Marianela le aterraba la idea de que su bebé enfermara por estar en contacto con cosas sucias o que las personas que lo visitaran se atrevieran a tocarlo sin antes lavarse las manos.

La paranoia natural de estos padres primerizos hizo que trataran de encerrarlo en una burbuja invisible a manera de escudo protector contra lo que ellos consideraban que le haría daño.

Hasta ese momento Julián había sido un bebé enfermizo porque con un día que lo bañaran a la hora que no, era motivo de gripes, fiebres y noches en vela en el hospital. En otra ocasión tomó por accidente las llaves de la casa y cuando se dieron cuenta pequeños granos habían brotado en sus manos y estaban llenos de agua, eran una especie de ámpulas que desaparecieron al cabo de una semana.

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Había llegado la etapa de las papillas y la primera que les recomendó el doctor fue la de zanahoria o de chayote. Marianela la preparó con esmero y hasta la conservó en frascos cerrados herméticamente, después de hervirlos a baño María. A la abuela (madre de Ricardo), jamás le mencionaron que la papilla ya estaba preparada y ella le hizo una versión distinta aunque sin exagerar en la cocción, ni preocuparse porque el plato y la cuchara debían estar hervidos por 15 minutos antes de que el bebé los usara. Simplemente lo trató como ella crió a su hijo en sus tiempos. Y Julián enfermó… otra vez.

En esta ocasión todo fue diferente, a Ricardo y Marianela les dijeron que su hijo pudo haber muerto. ¿Por qué? ¿Acaso la papilla fue preparada sin las medidas de higiene? ¿La abuela preparó todo descuidadamente? Después de interrogar hasta el cansancio a la señora descubrieron que efectivamente había preparado todo con la debida higiene, pero “sin exagerar”. Sin querer lo había expuesto a los gérmenes y éstos encontraron en el debilitado sistema inmune de Julián el lugar ideal para crecer. Sus padres querían protegerlo tanto que terminaron por hacerle un daño mayor.



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Aunque suene contradictorio el contacto con agentes bacteriológicos o infecciosos estimula el desarrollo del sistema inmunológico del bebé y con el tiempo su organismo estará preparado para contrarrestar los efectos nocivos de ciertos bichos.

El reto es no exagerar

Tampoco decimos que dejes que los ácaros se multipliquen hasta el infinito en los peluches o que les prepares tacos de tierra para que agarren anticuerpos. Sabemos que la higiene es imprescindible para el sano crecimiento pero la idea es buscar un punto medio. Relájate e implementa las medidas necesarias y antes de pedir que todos se bañen con cloro, ¿no crees que con lavarse las manos es suficiente para cargarlo?

Si bien es cierto que no de la noche a la mañana se van a quitar esas costumbres, sí es posible hacer acciones que te puedan ayudar a estar tranquila y a no afectar su salud:

Cuando es bebé

  • Cuida los objetos que se lleva a la boca
  • Esteriliza periódicamente biberones y chupones
  • Limpia sus encías con una gasa y agua hervida o de garrafón
  • Una vez que empiece a gatear, limpia el piso

Al ser niño grande

  • Lava sus manos antes de comer y después de que use el baño
  • Prepara sus alimentos con higiene
  • Lava sus dientes al menos dos veces al día

Siempre…

  • Báñense diariamente
  • Consuman agua hervida o embotellada
  • Limpia sus juguetes y lava los peluches, ropa de cama y cortinas con regularidad

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¡Esto no!

  • A menos que las visitas estén resfriadas, evita en cubrebocas
  • Los elementos antibacteriales de los jabones con el tiempo hace resistentes a las bacterias y disminuye sus efectos
  • Limpiarlo todo con toallas húmedas; reseca su piel
  • Decirle que no explore el mundo. Los niños quieren experimentar: sentir una fruta, arrugar un periódico, levantar hojas de los árboles… déjalo
  • No dejarlos salir al parque porque hay mucho polvo. ¡Al contrario! Es mejor que esté en contacto directo con él

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