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Educación a la antigüita

Ahora hay tantas maneras de educar, criar y alimentar a los hijos que es difícil darle gusto a todas. ¿Qué hacer?

Por Grace Navarro

Pues creo que me voy a ir al infierno o algo así porque no le di pecho a mi segundo hijo, no hice colecho, tampoco preparé yo misma sus papillas, lo tuve por cesárea, durmió en su cuna desde los 15 días -por razones que son largas de explicar-, y me abstuve de un largo etcétera de cosas que las nuevas corrientes de maternidad nos indican qué es lo mejor para un bebé. Ahora hay tantas maneras de educar, criar y alimentar a los hijos que es difícil darle gusto a todas y a nadie. Aunque muchas mamás lo nieguen: sí existe la famosa guerra entre mamás.

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Cada mamá cree tener la verdad sobre cómo hacer las cosas: “su método es el único y el correcto” y si no haces o sigues sus instrucciones al pie de la letra, tu hijo segurísimo no será feliz, sano o exitoso en la vida. Y obviamente tú serás tachada de mala madre.

Cuando nació mi primer hijo y apenas teníamos acceso al Internet -sí, soy de esa época, la de las cavernas- sólo encontrabas uno que otro artículo en libros y tus recursos de información y orientación se limitaban a tu mamá y en algunos casos extremos, a la suegra (aunque no la invitaras, ahí estaba). Tu mamá basaba sus conocimientos en la experiencia porque ya lo había probado en ti o en lo que tu abuela le había aconsejado, que a su vez ya lo había probado en ella.

Antes, toda la educación era pasada de boca en boca: de la tatarabuelita a la bisabuelita y de la abuelita a la mamá a la hija. Años de experimentación, prueba y error, para aprender todos esos sabios consejos que nos daban y que la mayoría funcionaba aunque algunos no tanto. Ahora todo está en tela de juicio porque puede causar traumas irreparables en los chamacos.



Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.

El fin de semana pasado nos topamos en un restaurante a un niño de tres años aproximadamente que hacía tremendo berrinche. Se revolcaba, pataleaba y hasta manazos le daba a su mamá. La mamá sonreía y no le decía nada mas que un “siéntate, por favor”. El niño nunca hizo caso (obviamente) y todos nos tuvimos que aguantar hasta que pagaron y se retiraron del lugar. Yo recuerdo que mi madre con sólo una mirada hubiera logrado que dejara de hacer el drama y me sentara a terminar mi comida; en esa época existía eso que llamaban límites, pero ahora hay una tendencia a ignorarlos que porque deja secuelas psicológicas en los niños.

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Yo quiero agradecer a mis abuelas, a mi mamá y a todas las mujeres del pasado por lo que nos enseñaron y porque hoy somos quienes somos gracias a ellas. Claro, errores tenían, al igual que nosotros los tendremos. Y aparte déjenme decirles que en cuanto los hijos entran a la adolescencia ya valió gorro, porque desde su óptica, hagamos lo que hagamos, nosotras seremos las culpables de sus desdichas.

Entonces me pregunto, ¿en qué momento tiramos todos esos años de consejos de la abuela a la basura? Les juro que mis hermanos y yo estamos perfectos, unos tuvieron la suerte de tomar leche materna, otros no y ninguno es más tonto o más sano que el otro. Mi hermano recibió unas cuantas nalgadas y no está traumado. Para aprender a dormir mi mamá aplicó el “déjalo que llore por 15 minutos en la cuna durante tres días y al cuarto ya dormirá perfecto” y nunca he dudado de su amor infinito o su cariño. Se trata simplemente de lo que a ella le funcionó, de lo cual tomé lo que me funcionaba a mí, sin juzgar y partiendo del principio que todo depende de las circunstancias de vida de cada quién.

Para ponerme nostálgica y melancólica, aquí les dejo estos antiguos y no tan obsoletos consejos de la abuela:

  • Poner un hilo rojo en la frente cuando el niño tiene hipo
  • Tantita maicena para las rozaduras de pompas
  • Jalar el pellejo de la espalda para el empache
  • No mojarse la cabeza en la lluvia cuando estás lactando porque se te va la leche
  • Agua de tamarindo para los parásitos
  • Cobijarlo como taco para que no se rasguñe y se sienta seguro
  • Té de anís estrella para los cólicos
  • Fajar el ombligo con una semilla para que quede redondo
  • El segurito para el mal de ojo
  • Atole para producir más leche durante la lactancia
  • Agüita de arroz con miel para mejorar la digestión del bebé
  • Té de manzanilla o hierbabuena para los cólicos
  • Una gotita de limón para el hipo
  • Que no se te enfríe la espalda porque se te “seca la leche
  • Y un par de nalgadas para los berrinches (¡Ay! No es cierto, no me linchen, ésta no).

Yo recomiendo dar lo mejor que tengas y puedas, seguir tu corazón y amar a tus hijos. Así de sencillo y efectivo.

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