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La guerra de los dulces

Las fiestas infantiles no son para descansar de la labor materna. Esa nunca acaba.

Para los que no me conocen, soy Grace, una mamá común y corriente, normalita, normalita, de esas que siguen hablando con el hijo aún cuando ya lo dejó en la escuela y ya va sola en el auto. Si, así es, y no se asusten, ni se hagan que así somos todas. Bueno casi todas. Además de ser mamá de Bruno y de Memo, soy fotógrafa profesional como Mafafa Musguito. Tengo en ese oficio más de 15 años, y me apasiona. Eso, cuidar a los hijos y viajar.

La semana pasada en una de mis tantas actividades de mamá de Bruno, me tocó ir a dos fiestas infantiles -¡Oh! Dios con las fiestas infantiles- ustedes que no asisten a ellas, deberían de temerlas. Nadie nos avisa lo peligrosas que son.

Imaginen de veinte a treinta niños corriendo como histéricos durante horas. Eso es peligroso, especialmente para el estado mental de la mamá. Los niños consumen tanto dulce en las fiestas que parecen trompos imparables y desenfrenados. Ni se diga cuando corren con la paleta en la boca. ¿Por qué nadie se las quita? ¿Y si se van de boca? ¿Y si se lastiman? Pues a correr a emergencias llorando porque el hijo trae un palo incrustado en el paladar.

Dos; los inflables, otro peligro divertido (aquí rían todos) “Jajajaja que divertido, mi hijo brincó y salió volando por un lado para caer contra en el cemento”, suena horrible ¿no? Creo que ni cayendo en el pasto se salvan del golpe duro, debajo del pasto hay tierra, tierra firme. ¿Sí saben? Por favor, dejen de contratar esos inflables-brincolines con formas extrañas y que aparentan ser lo mas divertido.

Tres, las mamás que se sientan a platicar y no vuelven a voltear a ver a sus hijos. Está bien que se sienten al chisme si tienen un niño encantador y tranquilo como el mío, cof-cof, modestia aparte. Pero cuando tienen como hijo al destroyer que se cree Hulk, que golpea todo y a todos los que se les atraviesan, no es tan divertido. Solo se escuchan a lo lejos los gritos de los niños heridos en combate con el niño Hulk. Hago un llamado de la manera más atenta a esas santas madres a que atiendan de vez en cuando a sus hijos y remedien la situación, mínimo, amarren a su hijo a una silla si es que no se quieren levantar.

Señoras, las fiestas infantiles no son para descansar de la labor materna. Esa nunca acaba.



Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.

Cuatro, la Piñata. Esta es la parte más extrema. ¿A quién demonios se le ocurrió que era seguro darle con un palo a la piñata frente a decenas de niños ansiosos? Digo, el incentivo de estar cerca de la piñata es gigante, habrá miles de dulces que atrapar si te lanzas primero por ellos (el palo de beisbol que te puede romper la cabeza es lo de menos). Y digamos que te salvas de que le rompan la cabeza a tu hijo, luego sigue la lucha para ver quien arrebata más dulces. Sí, la guerra de los dulces, donde seamos sinceros, no solo los niños participan, ahí estamos las mamás listas para arrebatarle los dulces a niños de tres años que osan agandallarse los de tu hijo, ok, esa fui yo, pero con justa razón. Ese inocente y dulce niño de tres años quería llevarse el botín de mi hijo y no lo iba a permitir. ¡Ups! Prometo solemnemente no volver a hacerlo.

Moraleja, señoras, no desatiendan a sus hijos, no renten inflables y por el amor de dios no empujen a los demás niños para ganar dulces. ¡Ay! Bueno, nomas tantito.

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