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Ser mamá al cubo

Ser mamá es vivir en una eterna montaña rusa. Serlo de tres es como ser elasticgirl.

Ser mamá es como entrar en una dimensión desconocida para una y para el mundo. Ahora bien, ser mamá de tres es una verdadera locura en la que me metí casi sin darme cuenta. Vamos, para mi tercer embarazo sí sabía lo que era tener un crío, lo que no sabía era que tres no es lo mismo que uno ni que dos.

Cuando nació mi hija Paula, su hermano ya tenía cuatro años y la verdad es que no sentí que fuera tan difícil tener uno más. Mat recibió a su hermana con amor y alegría, ni bien llegamos a casa con la bebé, mi niño la arropó. Apenas la vio le nació un sentimiento de protección que cada día crece.

Así el primer año de Paula fluyó entre muchos cambios de vida, pero nada que me pareciera el fin del mundo. Con ella hice todo diferente: lactancia exclusiva ocho meses, colecho desde el día uno y pañales de tela; a pesar de eso no me sentía rebasada, o no tanto.

En esas estábamos cuando, oh sorpresa: ¡Nos enteramos que íbamos a tener otro bebé! La gran diferencia es que ahora tenía un niño de cinco años y una bebé de apenas uno que todavía tomaba leche materna.

El tiempo ha pasado y la “bebé” de la casa está a punto de cumplir dos años. La niña grande tiene tres y el hermano mayor tiene siete y medio. Mis mañanas y tardes son todo un reto diario, sobre todo porque no debo perder la cordura ni la sonrisa.

Ser mamá de tres es vivir en la cuerda floja porque cuando estoy haciendo mi mejor esfuerzo de armonía, calma y paciencia, un vaso de agua tirado en el sillón, el papel de baño completo en el escusado o la ropa sucia en el piso del cuarto me ponen a prueba. Unos días la libro mejor que otros. Sin duda depende del cansancio, la calidad del sueño de esa noche, los pendientes y tantos otros factores que influyen en el estado emocional y mental de las mamás.



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No sólo se trata de mantener el buen ánimo, sino de responder a las necesidades físicas y emocionales de tres criaturas muy diferentes y con exigencias distintas. Por ejemplo, el mayor, obvio va sólo al baño, pero aún hay que recordarle que se lave las manos, baje la tapa, le jale al wc y, sobre todo, que le atine a la hora de hacer pis. A la de tres hay que llevarla al baño, ayudarle a sacarse la ropa, limpiarle y listo. A la bebé sólo el cambio de pañal con su debida lucha eterna por zafarse a la hora de poner uno limpio.

Ahora imaginen esta escena unas tres veces por las tardes, más la hora del baño, la de la cena y la de jugar que sin importar que estamos a dos de explotar de juguetes. Los tres, sí, ¡los tres quieren lo mismo al mismo tiempo!

Lo escribo y me da risa, pero confieso que han habido ocasiones en que en lugar de gritar o enojarme sólo me les quedo viendo en silencio y me imagino saliendo de la casa, corriendo desaforadamente y sí, me pregunto en qué momento pensé que esto sería lo máximo.

Lo cierto es que lo es, tener a mi triada ha sido la experiencia más alucinante, loca, exhaustiva y avasalladora de mi vida; pero debo decirlo, desde que soy mamá me siento increíblemente capaz de todo. Me siento fuerte y a veces hasta poderosa, incluso invencible. Aunque un día me canse, al otro me levanto.

Así que bueno, ser mamá es vivir en una eterna montaña rusa, y serlo de tres es como ser #elasticgirl, expandirte siempre un poco más para dirigir y proteger a la tropa.

Soy Pamela y soy una Mamá al Cubo

 

 

 

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