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¿Eres buena mamá?

Un gran error es que todo el tiempo evaluamos nuestros actos.

Siempre nos estamos evaluando. Cada mañana que nos paramos frente al espejo y hacemos una revisión de cómo nos vemos, cuando cambiamos de opinión y buscamos opciones para sentirnos mejor con nosotros mismos. Si pensamos en nuestro paso por las escuelas o en el trabajo, podemos saber que de manera constante revisamos cómo andamos, qué tan bien hacemos las cosas y qué debemos corregir para no equivocarnos.

Podemos decir entonces, que estamos acostumbrados a este ejercicio de poner parámetros y averiguar qué debemos cambiar para hacer mejor algo en la vida. Ahí viene lo rudo, ¿por qué eso no lo hacemos como padres? ¿Por qué la mayoría asumimos que lo estamos haciendo bien y punto?

Todo sería más fácil si existiera un termómetro que nos dijera qué tan buenos o malos padres estamos siendo y es que piensen: los berriches de los críos, las veces que nos preguntan cosas que no sabemos responder, a los que llegan a cachar en situaciones incómodas, la adolescencia, la rebeldía… si quieren le sigo, ¿eh?

Pero les tengo una buena noticia, y es que si bien un termómetro automático del buen padre y buena madre no existe, sí hay manera de estarnos monitoreando para saber cómo andamos. Los que me escuchan en radio saben de sobra las veces que he dicho que los hijos son nuestros grandes maestros de vida, pero no porque nos vengan a dar lecciones, sino porque nos dan la oportunidad de cuestionarnos y de repensar nuestras creencias.

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Una vez una de mis hijas me dijo que no pensaba hacer la primera comunión. Ya se imaginarán la cara que puse. De las mil quinientas mejores formas que encontré traté de convencerla, le explicaba que cuando fuera grande podía cambiar de opinión, que se podía arrepentir. Terminé por decirle que corría el riesgo de que, cuando fuera grande y se quisiera casar, no iba a poder hacerlo por la iglesia y podría perder una gran relación de pareja. Ella sólo me vio y dijo: “Mom, jamás me casaría con un hombre que no respete mi forma de pensar” y ahí sí me fui de espaldas. Después de darle vueltas y vueltas al tema llegué a la conclusión ¿por qué me preocupa tanto la primera comunión si yo ni religiosa soy? Esa platica con mi hija me dio la posibilidad de cuestionarme algo que yo creía que creía.



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Seguramente como esa, ustedes deben tener miles de anécdotas ¿y saben algo? Ese es el mejor termómetro de qué tan bien o mal estamos haciendo las cosas como mamás y papás. ¿Qué tanto escuchamos lo que nuestros hijos nos dicen? ¿Qué tanto los vemos? ¿Qué tan abiertos estamos a quererlos por lo que son y no por lo que queremos que sean?

Sí, sé que no es fácil. Pero ese es nuestro trabajo como papás y mamás, por eso seguimos haciendo bbmundo, para ayudarles con herramientas que les permitan tomar mejores decisiones y en consecuencia formar mejores seres humanos.

Lo sabemos de sobra: el trabajo de ser papás no es sencillo, pues no sólo se trata de cuidar la salud y el bienestar físico de los críos, además es nuestra responsabilidad que crezcan sanos y felices también en lo emocional. Como personas que están aprendiendo del mundo, nuestros hijos forman su personalidad paso a paso y nosotros, que ya construímos la nuestra, damos muchos ejemplos con la conducta diaria. La manera en que los tratemos, reaccionemos y los escuchemos va a marcar su forma de ser.

La relación padres – hijos nos convierte en un modelo a seguir, así que lo que les enseñamos se vuelve fundamental en sus vidas. Somos su referente y ellos creen en todo lo que les decimos, así que seamos conscientes de lo que decimos y hacemos. Ese será siempre nuestro mejor termómetro.

Este texto fue escrito por  Martha Debayle 

 

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