Lee también: Esto es lo que hacen los papás millennial y que antes no se hacía
El peso de “ser el fuerte”
Desde que eras niño, probablemente escuchaste frases como “los hombres no lloran” o “aguanta como hombre”. Aunque suene anticuado, todavía hay muchos papás que cargan con esa idea: que deben ser el soporte, el proveedor, el que resuelve sin quejarse.
Ese rol se vuelve agotador. Y cuando no hay espacio para hablar de lo que sientes, lo más común es que termines reprimiendo emociones que, tarde o temprano, salen de otra forma: irritabilidad, ansiedad, insomnio o incluso síntomas físicos como dolores de cabeza o problemas digestivos.
Salud mental en la paternidad: te sientes rebasado
Ser papá implica muchas cosas: cuidar, jugar, enseñar, acompañar, planear, trabajar… y a veces, sentir que no estás haciendo nada bien. Si te has sentido así, no estás solo.
Un estudio publicado por The Journal of Mental Health and Clinical Psychology encontró que uno de cada diez papás tiene depresión posparto, aunque en ellos se presenta de forma distinta que en las mamás: no siempre hay tristeza evidente, pero sí aislamiento, apatía, culpa o una necesidad constante de “estar ocupado” para evitar pensar.

Shhh… La guía definitiva para enseñarle a tu bebé a dormir


Y lo complicado es que, al no hablarse del tema, muchos ni siquiera se dan cuenta de que están lidiando con un problema de salud mental.
¿Por qué no lo notas?
A diferencia de las mujeres, que muchas veces tienen redes de apoyo o espacios para hablar de lo que sienten, los papás tienden a guardarse todo. A veces por vergüenza, otras por miedo a parecer débiles o porque creen que simplemente “no tienen derecho” a quejarse.
Además, en la mayoría de los casos, los servicios médicos y psicológicos no incluyen activamente a los papás en las consultas postnatales, ni en el seguimiento emocional. Y eso manda un mensaje muy claro: “tu salud mental no importa tanto”.
Date permiso de sentir. Nadie espera que lo hagas perfecto ni que tengas todas las respuestas. Ser papá no te hace inmune al cansancio, al miedo o a la tristeza.
Busca espacios seguros donde puedas hablar de lo que vives. Puede ser un grupo de papás, terapia individual o incluso una conversación honesta con tu pareja. Lo importante es que no te calles.
También ayuda tener rutinas que te conecten contigo mismo: caminar, escribir, hacer ejercicio o cualquier actividad que te ayude a bajar el ruido mental. No necesitas hacerlo solo ni ser el héroe todo el tiempo.