fbpx

¡Le doy vergüenza a mis hijos! ¿Qué hacer en esos casos?

La vergüenza en niños es un tema preocupante, sobre todo cuando no sabes ni por dónde ayudarlos. Sigue esta guía para hablar con ellos.

La vergüenza es un sentimiento profundamente humano que surge de la frustración: es decir, cuando algo no es o no funciona como esperaría. Implica sentir que algo está mal en mí. Lo que no funciona está en mí: mi físico, mis emociones, mis aptitudes, etc. Pero si te has preguntado ‘qué hago si le doy vergüenza a mis hijos’ este artículo es para ti.

¿Surge en la relación con los padres?

  1. Se da especialmente cuando un niño o joven siente que no logra cumplir con las expectativas de un adulto significativo o de su entorno. No se siente invitado a existir en la relación simplemente por “ser quien es”, sino que siente que “tiene que” cumplir expectativas para merecer amor.
  2. Este sentimiento trata de proteger el vínculo: necesito que me acepten y voy a rechazarme o a tratar de ser lo que no soy para ser aceptado.
  3. Surge dentro de ese niño un crítico interior que juzga y critica a sí mismo, y en lugar de arriesgarse a ser rechazado o excluido: los niños o jóvenes experimentan vergüenza como un mecanismo interno que los impulsa a ajustarse o adaptarse.

Ejemplos de vergüenza en niños

  1. Un niño de 6 años intenta amarrarse los zapatos por primera vez, pero no lo logra. Se frustra y dice: «Soy tonto, nunca aprenderé.» En este caso, su frustración se convierte en vergüenza porque siente que su falta de habilidad significa que hay algo malo en él.
  2. Un adolescente se apena cuando hace una pregunta en clase y los demás se ríen. En lugar de pensar «tal vez mi pregunta fue graciosa,» siente que él es el problema: Mejor no hablo más en público.
  3. Adulto: Alguien llega a una fiesta con un atuendo que pensaba que era adecuado, pero se da cuenta de que todos visten diferente. En lugar de simplemente sentirse fuera de lugar, experimenta vergüenza y piensa: No sé vestirme bien, algo está mal en mí.

Todos sentimos vergüenza en algún momento, pero hay quienes son más sensibles a ella, dependiendo de su historia personal, su crianza y su entorno social. Por ejemplo, culturas o familias muy críticas pueden intensificar esta emoción. Si se activa de forma excesiva o si no hay un entorno seguro para procesarla, puede volverse tóxica, generando desconexión o inhibición.

TIPS PARA FORTALECER LA RELACIÓN CON TUS HIJOS

¿Cómo afecta la vergüenza? 

La vergüenza nos limita y hace que:

  • Nos retraigamos y sintamos insuficientes y no invitados a existir.
  • Lo sobrecompensamos buscando de manera obsesiva ganar, ser exitosos y sin descanso.
  • Podemos pensar que los errores que cometemos o las fallas implican que disminuye nuestro valor personal y tratar de ocultarlo, creando secretos con los demás. Un hijo puede sentir que su desempeño escolar o su físico no es adecuado y tratar de ocultarlo, no tomar riesgos, evitarlo, etc.

EJEMPLO: un adolescente que olvida llevar su proyecto escolar el día de la entrega y el maestro lo reprende frente a la clase. En lugar de ayudar, esa vergüenza pública puede llevarlo a aislarse o a ser más desorganizado por miedo a intentarlo de nuevo.

¿Puede ser algo bueno?

Sí, en el sentido de llevar a una autorreflexión y que me permita ver mis áreas que me enjuician a mí mismo. No se trata de “luchar” en contra de la vergüenza, ni de “quitarla”, sino de verla y aceptarla, porque si la emoción me mueve, si le doy espacio, podré madurar al sentirla.

El problema es cuando se trata de “evitar” o surgen “secretos” que me van aislando y devaluando mi autoestima.

¿Qué hago si le doy vergüenza a mis hijos?

En primer lugar, PREVENIR: evitando juicios y críticas que los avergüencen.

  1. Cuando los niños o jóvenes experimentan vergüenza, necesitan un adulto que les ofrezca un entorno seguro donde no se sientan rechazados ni juzgados.

2. El primer paso es validar sus emociones. En lugar de minimizar lo que sienten, podemos decir algo como: «Parece que esto te ha hecho sentir mal. Estoy aquí para ayudarte”.

Qué hacer

Crear un espacio de aceptación incondicional. Los hijos deben sentir que su valor no depende de su desempeño o comportamiento, sino de quiénes son. Esto les permite procesar la vergüenza de manera saludable y aprender de sus experiencias sin temor a perder el amor o la conexión con el adulto.

El adulto funciona como un ancla emocional. Cuando un niño o joven enfrenta la vergüenza, nuestra respuesta puede marcar la diferencia. Si reaccionamos con crítica o rechazo, reforzamos la vergüenza tóxica. Pero si respondemos con empatía y calma, les ayudamos a construir resiliencia emocional.

También es fundamental que los adultos trabajemos nuestra propia vergüenza, porque muchas veces proyectamos nuestras inseguridades en ellos. Cuando nos damos permiso para equivocarnos, modelamos esa misma actitud para ellos.

Comparte esta nota

Más sobre este tema

Qué te pareció esta nota

0 / 5. 0

TAGS: