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Por qué no tienes que ser una mamá perfecta

¿Ser una mamá perfecta fortalece el vínculo con tus hijos o te aleja de ellos?

¿Ser una mamá perfecta fortalece el vínculo con tus hijos o te aleja de ellos? La idea de la perfección debiera asegurar la crianza de hijos sanos y felices. Sin embargo, quien piensa que un rol de madre casi perfecta garantiza un buen desarrollo, está en un error.

La familia ¿perfecta?
Una familia que busca la perfección pretende que no haya conflictos. Su ausencia les quita a los hijos la oportunidad de desarrollar recursos para sentirse fuertes, capaces y seguros ante una crisis de cualquier magnitud.

Los padres que nunca expresan sus emociones, que evitan las discusiones y niegan que los problemas existan, les están mandando el mensaje a sus hijos de que el enojo, la tristeza, la soledad, los desacuerdos y los miedos no son parte de la vida ni de las relaciones. Entonces ellos buscarán tener una “relación perfecta” armónica y sin espacio para el dolor.

Aprende a controlar tus miedos

Si aprendemos a vivir con nuestro miedo a equivocarnos, a lastimar y a sentir dolor podremos conectarnos con nuestro mundo emocional y abrir la puerta a todas las emociones de nuestros críos.

Pero si tratas de ser una madre perfecta, querrás tener niños obedientes, sonrientes y “educados” que marchen a tu ritmo y voluntad, olvidando su individualidad y desconectándote de sus sentimientos para sólo pensar en los tuyos y en lo que crees que es “lo correcto”.



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Un niño de un año y medio es curioso por naturaleza y desea explorar su entorno. Cuando se sube a cierto lugar y le pedimos que se baje porque puede caerse, esperamos que siga nuestra instrucción al pie de la letra. Sin embargo, algunas mamás que repiten varias veces la instrucción sin resultados comienzan a enojarse. Si el niño se cae, la respuesta de una madre que quiere educar hijos perfectos y obedientes será: “Te lo dije, así que no vengas llorando”.

Este tipo de reacción tiene el objetivo de culpar y juzgar; y la respuesta emocional del niño será sentir vergüenza y rechazo. El niño siente dolor del golpe y además se asusta porque no se lo espera, y llora por la tristeza del rechazo de su mamá.

El enojo se origina porque la mamá:

  • Se siente amenazada y desafiada por la desobediencia del bebé
  • Tiene miedo de que su autoridad se ponga a prueba y a perder el control de la educación de su hijo
  • Tiene miedo a sentirse juzgada por los demás, ya que si tiene niños maleducados, ella es una mala madre

Estas emociones pueden hacer que se convierta en una madre impositiva y rígida con sus conductas, que no reconoce los miedos y el dolor de su hijo por la caída. El niño se queda con todas estas emociones, que sin ayuda no puede procesar. Este es el principio de la desconexión emocional.

La oxitocina y las conexiones

Una investigación realizada por la periodista Susan Kuchinskas, reveló que nuestro cuerpo libera oxitocina  (hormona que participa en el parto y en la liberación de la leche materna) cuando necesitamos calmarnos y conectarnos, y la describe como el secreto para tener el amor verdadero y construir una conexión profunda y duradera.

Esta hormona participa en el desarrollo del vínculo con nuestros hijos. Kuchinskas explica que al liberar esta hormona, nuestras reacciones tienden a ser más calmadas y menos ansiosas, lo que nos permite relajarnos en un periodo de tiempo más corto. Y también nos ayuda a sanar situaciones dolorosas.

Si nos enfocamos en reconocer nuestras propias emociones, podremos empezar a cambiar nuestras conductas, pero si no las reconocemos como propias, haremos a alguien más (los hijos) responsable de nosotros. Para lograrlo debemos tomarnos mínimo 20 minutos a la semana para trabajar en el vínculo con nuestros hijos y practicar actividades que generen esta respuesta de calma y conexión emocional.

 

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