Querida yo… después de ser mamá
No es secreto para nadie que la maternidad te sacude el alma, te cambia los lentes con los que ves la vida y, muchas veces, te empuja a reinventarte. Ser mamá te marca para siempre, y esa transformación no necesariamente es fácil. A veces viene con preguntas, con confusión… y con un duelo silencioso: el de la mujer que eras antes. Hablemos de la crisis de identidad.
Pero esta vez no quiero hablar de la maternidad. O al menos, no directamente.
Hoy quiero hablarte de algo que me cuesta mucho decir en voz alta: estoy atravesando una crisis existencial o de identidad… no estoy segura de cómo definirla.
Crisis de identidad
Una de esas crisis que no se ven desde afuera. Que no tienen fecha de inicio ni un diagnóstico concreto. Una de esas que duelen en silencio porque no tienen nombre… pero sí muchas preguntas:
- ¿Quién soy, además de ser mamá?
- ¿Qué quiero hacer con mi vida?
- ¿Por qué me cuesta tanto encontrar claridad y motivación?
- ¿Por qué siento que me perdí en el camino?
La verdad es que no me da vergüenza ser vulnerable, pero sí me incomoda. Porque tengo esta voz interna —sí, Doña Gertrudis— que me repite que debería tenerlo todo claro, que ya tengo edad suficiente para saber lo que quiero. Pero lo cierto es que no siempre es así.
También lee: Síndrome del impostor en la maternidad

Shhh… La guía definitiva para enseñarle a tu bebé a dormir


Y decidí escribir sobre este tema, porque tal vez tú también estés pasando por una etapa parecida. Y si es así, quiero que sepas que no estás sola.
No tengo recetas ni un checklist mágico, pero quiero compartirte algunas cosas que, en medio de la frustración, me están ayudando a sostenerme:
1. Revisar mis prioridades.
No las que el mundo espera de mí. Las mías. Porque si no tengo claro lo que es importante para mí, termino viviendo en automático, diciendo “sí” a lo que no me llena y postergando lo que sí. Elegir implica renunciar… ¿a qué quiero decir SÍ hoy?
2. Accionar, aunque no sepa exactamente a dónde voy.
Esperar a tener “claridad total” para empezar algo es una trampa que paraliza. El movimiento genera respuestas. Hacer algo, por pequeño que sea, ya es un avance que mueve la energía y puede abrir nuevas oportunidades.
3. Reconectar con mi propósito
No tiene que ser grandioso ni definitivo. Basta con algo que me haga sentir viva, plena y en sintonía conmigo misma. Si a ti está costando definirlo, te recomiendo trabajar en tu IKIGAI, que es un concepto japonés que significa «razón de ser» o «aquello por lo que vale la pena vivir” —puedes pedirle a Chat GPT que te ayude a trabajarlo—.
4. Escribir
Para sacar el nudo de la garganta, para ponerle palabras al enredo mental, para escucharme. No tiene que ser diario ni en el cuaderno perfecto. Escribir me ayuda a procesar lo que siento. Y lo mejor es que el papel no juzga.
5. Celebrar mi camino
El recorrido y las experiencias que voy viviendo son más importantes que el objetivo final. Me esfuerzo por celebrar mi progreso, porque cada paso cuenta en esta reconstrucción. Y también intento no comparar mi inicio con la mitad del camino de alguien más.
6. Cuidar mi energía
Hacer ejercicio, mover el cuerpo, hacer cosas que disfruto y rodearme de personas que me impulsan sé que me hace bien. Y, muy importante, trato de alejarme de lo que drena mi bienestar.
7. Buscar ayuda
Saber que no tengo que resolverlo sola. Hay muchas herramientas y profesionales que pueden acompañarme. Cada quien puede encontrar lo que más le suene: terapia, coaching, espiritualidad, grupos de apoyo.
8. Silenciar el ruido externo
Las respuestas están en mí. Para escucharme, evito compararme con otros (aunque confieso que es difícil), limito las redes sociales y depuro de forma consciente el contenido que consumo. Dejar de mirar hacia afuera me ayuda a validar mi propio camino.
Tal vez esta crisis no se resuelva mañana. Tal vez no tenga un final épico. Pero si algo he aprendido es que de las crisis vienen las oportunidades. Nos incomodan, pero nos empujan a crecer y a buscar soluciones.
Así que si tú también estás en ese lugar incierto, confundida, sin motivación, sin respuestas claras… te abrazo. Porque ser mamá es solo una parte de ti, y tú eres mucho más.
Y repite conmigo: “no estoy perdida, estoy encontrando mi camino”. Espero que esta frase te haga clic como a mí (¡gracias @danilaracoach!). Me gusta recordar que estoy avanzando. Sí, más lento de lo que me gustaría… y aunque no sepa exactamente quién soy ahora, estoy en camino de descubrirlo.
Y eso, amiga… ya es un acto de crecimiento.