Desde el baile de primavera hasta el Día de las Madres, de la Independencia, de Navidad y los que se le ocurran a la escuela… Para un niño, ver a sus papás entre el público en cada festival no es significativo, es una validación emocional, un ancla de seguridad, una señal de que su esfuerzo importa. Ser vistos en estos momentos, celebrados y contenidos, fortalece la seguridad interior.
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¿Y qué pasa en el mundo emocional de un niño cuando los padres llegan al festival de la escuela?
Cuando los ojos del crío recorren el público y no encuentran esa mirada que esperaban, algo se rompe por dentro. Y aunque parezca que lo toman con madurez, muchas veces es una defensa, una manera de protegerse de la herida de sentirse poco importantes. No nos lo dicen siempre, pero lo sienten. La angustia que viven no es teatral ni pasajera. Tiene raíces más profundas: toca directamente su necesidad básica de pertenecer, de sentirse valiosos en el mundo emocional de quienes más aman.
Muchas veces los padres no pueden estar presentes por razones reales y de fuerza mayor: trabajo, compromisos, situaciones personales. Y eso no los hace malos. Lo importante aquí no es instalar la culpa, sino abrir consciencia. Si no puedes estar físicamente, ¿cómo puedes estar emocionalmente presente?
¿Qué hacer para estar presente?
- Graba un mensaje antes del evento. Aunque no puedas ir, algo tan simple como: “Sé cuánto te preparaste, estoy muy orgulloso de ti. Vas a brillar, ¡disfrútalo mucho!”. Esto crea un anclaje emocional positivo que el niño llevará consigo.
- Crea un ritual de “celebración en casa”. Cuando regresen del evento dedica un momento solo para él o ella: vean juntos un video del bailable o la actuación, pregunten cómo se sintieron, celebren con una cena especial o un simple “cuéntame todo”. Esa atención posterior también sana.
- Déjale un recordatorio físico de tu presencia emocional. Un amuleto, una nota, una pulsera, un dibujo con palabras de ánimo. Ese objeto se convierte en un puente simbólico entre tú y él en su presentación.
- Valida su esfuerzo, no solo el resultado. A veces llegamos tarde o solo escuchamos “cómo te fue”, pero ir más allá marca la diferencia. Dile: “Vi lo mucho que te preparaste” o “Me encantó cómo te atreviste a participar”. Así le enseñas que su valor no depende del desempeño, sino del compromiso.
- Planea estar en el siguiente. Cuando no se puede ir, comprometerse de verdad con el próximo evento puede restaurar el vínculo y generar expectativa positiva. La frase: “Éste no pude, pero el próximo ahí estaré”, debe ser una promesa consciente.
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EL MUNDO DE LOS ‘PERO’ en festival de la escuela
¿Y si solo uno de los padres puede ir? No se trata de cuántas personas están, sino de quién está emocionalmente. Un solo adulto que ve con amor, que aplaude con autenticidad, que refleja al niño su valor, puede ser suficiente para sostener ese instante. Se trata de la calidad del vínculo. Quien acompaña se convierte en testigo de su existencia. Lo ve, lo nombra, lo afirma. Y eso, para la psique infantil, es reparador.

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¿Y si mi hijo me dice que no le importa? Muchos niños dicen eso. Pero detrás de ese “no importa” hay miedo a la decepción. Es más fácil decir que no esperaban nada, que mostrar lo mucho que duele cuando no llegan. Necesitamos ver más allá de las palabras y escuchar lo que el corazón del niño comunica. Y decir, con nuestra presencia, que sí importa, que él importa.
“Estar ahí no es un favor, es una manera de amar”.
La mirada presente de mamá, de papá, de alguien que lo ve con el alma, se convierte en la base emocional sobre la que un niño construye su confianza. En esos minutos en el escenario, no solo bailan o actúan: también buscan validación, buscan eco. Y cuando lo encuentran, todo cambia. Porque lo más importante no es si lo hacen perfecto, es saber que alguien los está viendo con amor mientras lo intentan.