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Ser papá tampoco es fácil

Salir a trabajar por ocho, 12, 16 horas y regresar a casa y encontrar a todos durmiendo. ¿Te ha pasado?

ser papa no es facil
Salir a trabajar por ocho, 12, 16 horas y regresar a casa y encontrar a todos durmiendo es como salir a pelear sin obtener la victoria, esa dulce recompensa de un beso o un abrazo de los enanos. Entonces me conformo con acercarme lentamente a ellos, cuidando que el sonido de mis pasos no sea más fuerte que el ritmo de su respiración. Un beso en la oscuridad que da luz al final de mi día.

Tampoco lo es el no asistir a un festival, a una competencia, perderme el día del niño o un cumpleaños, cuando las obligaciones, el deber, el trabajo o las adversidades no dan espacio en la agenda para celebrar en familia. Esas ausencias son difíciles e inolvidables. Me reconforta creer que mañana entenderán que para tener hijos ganadores, papá debe jugar tiempos extras, mordiendo cada segundo de cada minuto cruel a la distancia.

Es muy difícil entrar a casa y quitarte el traje del estrés. El disfraz del hombre asediado por los resultados de un negocio. Es complicado abrir la puerta, subir las escaleras y empezar a jugar a las escondidas cuando ha sido un día en el que ni siquiera has encontrado espacio para sentir que estás viviendo.

Pero de pronto, unos ojos desorbitados, unas manitas pegajosas por la mermelada de la cena, unos pies descalzos que se rebelan a las órdenes de mamá para no pisar el frío, una pijama de abejita o de coches, hacen placentero el descanso, porque desde que ellos existen descansar no significa acostarse, con los niños descansar es entregar la mente a las fantasías donde todos vivimos felices por siempre.

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Para nada es sencillo ver en la personalidad de ellos rasgos tuyos incómodos que por el milagro de la genética se han acomodado como un espejo en el que ves lo que no te gusta de ti. Enojones, envidiosos, sentimentales, miedosos, caprichosos o flojos, adjetivos calificativos que justificas porque “así era yo”. Pero te ocupas en hacer lo necesario para que ellos sean mejores porque los límites también son una prueba de amor y porque el carácter es el temperamento con reglas.



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Se complica encontrar el mejor momento con ellos desde que nacieron. La memoria es más torpe y se satura para almacenar lo amoroso y es más eficiente para encontrar los archivos de las heridas profundas. Pero debo dejar claro que un mal momento sólo es aquél que pone en peligro la sonrisa de Mia y Franco, como un resfriado que no cede; porque hasta en esas veces en que tras un berrinche me han visto feo, sólo he pensado lo mucho que los amo.

No es fácil ser papá, no. Pero en ninguna circunstancia me gustaría que mi vida fuera tan ordinaria como la de aquellos que no tienen un hijo que te dice por el teléfono que se va a dormir pero que te ha reservado un poco de su cereal para cuando llegues a casa.

P.D. Escribí esto un día que no fue nada fácil…

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