El primer bebé nacido por el trasplante de útero de un cadáver, podría ser una nueva esperanza
El anuncio se dio a conocer en el sitio The Lancet, donde se detalla cómo en septiembre de 2016, una mujer de 32 años con Síndrome de Rokitansky, mejor conocido como ausencia uterina que se presenta en una de cada 5 mil mujeres en el mundo, fue sometida al trasplante uterino de una donante de 45 años que había fallecido a causa de un derrame cerebrl y había tenido 3 partos.
Hasta la fecha solamente se había llevado a cabo el trasplante de útero de donantes vivos para tratar la infertilidad después de una exitosa serie sueca 2014. Sin embargo, no se había logrado con éxito ningún caso de parto vivo a través de un útero donante fallecido, lo que crea dudas sobre si el órgano seguía siendo viable.
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Después de más de 10 horas de intervención quirúrgica en el Hospital de Clínicas, Universidad de São Paulo, Brasil, el trasplante de útero de un cadáver fue exitoso y siete meses después del injerto, los médicos le implantaron a la paciente uno de sus óvulos previamente fecundados que dio como resultado el nacimiento de una niña completamente sana. Con el objetivo de evitar que la mujer siguiera ingiriendo medicamento inmunosupresor, le fue retirado el útero trasplantado.
Como mencionamos al inicio, esta intervención ha causado problemas de ética en el área médica ya que, hasta la fecha, se han intentado 39 trasplantes entre personas vivas de los cuales solo 11 han conseguido bebés sanos. En el caso del nacimiento del primer bebé, producto del trasplante de útero de un cadáver, es un caso especial porque hasta el momento se habían intentado 10 trasplantes con donantes fallecidas, todos sin éxito.
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Los doctores que participaron en este caso consideran que sí es un logro ya que no solo podría ayudar a mujeres infértiles por dolencias congénitas, sino también a otras a las que se les ha extirpado el órgano tras infecciones o tratamientos oncológicos. Por su parte la directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Beatriz Domínguez-Gil, explicó que “En los casos de mujeres que nacen sin útero hacer esta intervención prima el derecho de la mujer a la maternidad, pero en nuestra opinión es más importante respetar el principio de no maleficencia [no hacer daño] y también la de hacer un uso adecuado de los recursos públicos”.
Artículo original: elpais.com