Es normal tener un impulso de enojo ante circunstancias que exceden tu control. Muchos padres lo “resuelven” alzando la voz o con un golpe y parecería que funciona. La cuestión es que el niño cambia su conducta a través del temor y no de la responsabilidad y la auto-regulación.
En cambio, cuando reconoces que tu reacción le provocó dolor o miedo, y aprendes a restablecer la relación, él entenderá el conflicto y juntos podrán encontrar una solución.
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Reconcíliate
Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
- Separa lo que sucedió del sentimiento que te causó. Por ejemplo: llegaste a casa y viste que no había hecho la tarea; te sentiste molesta al pensar que los dos tendrían que dormir más tarde y despertarse cansados.
- Acércate; dile una frase como: “Mamá ya está tranquila y lista para hablar. ¿Te asustaron mis gritos? o ¿Te dolió la nalgada?”.
- Sabrás si está listo para platicar cuando pueda establecer contacto visual y acercarse a ti. Si todavía no lo hace, ayúdalo a calmarse. Crea empatía mediante el contacto físico (toma su mano o frota su espalda suavemente).
- Explícale con claridad qué fue lo que te molestó y la razón.
- Asegúrate de que logre entenderlo. Cuando se lo preguntes, él te deberá responder: “Porque si no esta hecha mi tarea me dormiré más tarde y estaré cansado en la mañana” y no “Porque te hice enojar” o “Porque soy irresponsable”
- Piensen juntos alternativas para evitar que la situación se repita. Quizá: terminar la tarea antes de comenzar a jugar.
- Al final vuelve a tener contacto físico: dale un abrazo o hazle algún cariño. Esto los reconectará.
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Si utilizas frases agresivas o le llamas la atención de manera física de una a tres veces por semana, puedes tener un problema de manejo de tus impulsos agresivos. Busca ayuda de un especialista que te enseñe técnicas de autorregulación y comunicación asertiva.