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Síndrome de la mala madre

A mediados del siglo pasado, tener esposo e hijos era la máxima victoria de las mujeres pero ¿hoy con eso te sientes satisfecha?

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Cuando te subes a un avión, las azafatas te dan consejos de seguridad y te dicen que, ante una baja de presión, jales la máscara de oxígeno y te la pongas tú antes de colocársela a los bebés, niños o adultos mayores con los que viajes. La pregunta es ¿cuántas veces al día, al igual que debes hacer en un vuelo, ves primero por ti en vez de por los demás? ¿Nunca? Ya lo sabíamos.

 

A veces se vale ser egoísta

 

¿Qué nos dicen desde niñas?

Más que una realidad absoluta, durante décadas ha reinado una cuestión cultural fantasiosa de que las madres deben ser los seres que más se den y compartan en el mundo porque, si tienen la capacidad de dar vida, qué no podrán dar a manos llenas.

Sin embargo, en esa “compartidera” física y emocional terminan por sentirse vacías, pues no tienen el tiempo –ni las ganas– de darse algo a ellas mismas. Así nos topamos, cada día más, con mujeres frustradas e infelices que, no conformes con esa presión de la maternidad, se añaden otras exigencias exteriores como las de convertirse en las mejores amantes, trabajadoras y amigas que, además, estén guapísimas y con buena actitud todos los días. No-hay-manera.



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Y… Si perdiste el control… aún no eres la peor mamá

 

3 antídotos para la culpa

 

  1. Cambia las dinámicas de convivencia

 

Quizá seas parte de la fuerza laboral y sientas culpa de no estar con tus hijos por salir a trabajar pero que, cuando estés con ellos, te pegues al celular para revisar tu Facebook o hablar por Whatsapp.

No necesitas sacrificar tus compromisos laborales para dedicarte a la crianza; es preferible que las horas que compartas con ellos estén libres de distractores que sí afectan el vínculo entre ustedes. Para recuperar la conexión:

  • Míralos a los ojos y sonríeles, déjalos existir delante de ti
  • Diles frases como “Me encanta ser tu mamá o me gusta mucho cómo cantas/ bailas/ dibujas”
  • Escucha lo que quieren porque los niños siempre saben lo que necesitan
  • ¡Juega guerra de besos y abrazos!

 

1% de las mujeres mayores de 15 años (con al menos un hijo) tiene participación económica en sus casas

 

  1. Derriba creencias que no son tuyas

 

En la idiosincrasia latina, amor materno es sinónimo de sobreprotección, “mueganismo” y abnegación: mientras más te entregues, mejor mujer eres, aunque eso signifique que los niños crezcan con un sentido de imposibilidad y dependencia, pues cada vez que les terminas las tareas o les haces la cama, los alejas de la responsabilidad y madurez. ¿Eso deseas?

Échate un clavado en las ideas que escuchaste, leíste o te transmitieron y date cuenta de cuáles no te funcionan.

 

Revisa: La ciencia de ser mamá

 

  1. Ve por ti

 

En el libro How To Be Parisian Wherever You Are, las autoras Anne Berest, Audrey Diwan, Caroline de Maigret y Sophia Mas postulan que las parisinas son egoístas. Sí, madres amorosas pero cuyas vidas no se detienen el día que tienen un bebé y que no entienden ni comparten la filosofía de la mater dolorosa.

Si te olvidas de ti misma, enseñas a tus hijos a relegarse a ellos mismos. ¿Te gusta la idea? Entonces no lo hagas.

¿Por qué? Se despiertan cada mañana con la firmeza de que sus hijos no son los reyes ni los satélites sobre los que hay que girar; al contrario, ellas son el sol que rige el sistema y a quienes hay que seguir y acompañar.

Confían en que, mientras mantengan su alegría y planes personales, estarán mostrándoles a cada instante que hay que luchar por sus tiempos y por encontrar eso que los haga sentir felices, seguros, completos, con ganas y capacidades para comerse al mundo. ¿No es esa la misión máxima de toda madre?

 

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