A todos nos gusta ganar, aunque hay una enorme diferencia entre gozar el triunfo y obsesionarse con éste, al grado de olvidar el verdadero objetivo: disfrutar lo que se hace. Podríamos pensar que, por su naturaleza social, nuestra existencia es una competencia continua, y no necesariamente es así... al menos no para todos.
Desde temprana edad aprendemos que no siempre podemos comer lo que más nos gusta, ver la película que se nos antoja y desarrollar sin dificultad nuevas habilidades, como andar en bicicleta o dominar un juego de video. A pesar de esto, tenemos la opción de vivir estas situaciones como pérdidas o entender que el reverso de la moneda también es real: a veces sí podemos hacer lo que deseamos.
¿Por qué le cuesta enfrentar la derrota?
Cuando somos chicos observamos la respuesta de la gente cercana, en particular la de nuestros padres, ante las decepciones. Notamos, por ejemplo, que cuando los adultos no obtienen los resultados que esperan, se enojan o se impacientan, abandonan proyectos o tareas, intentan dar excusas o tienden a culpar a los demás.
Un error en el que muchos incurrimos es dejar que nuestro hijo gane siempre, privándolo de la experiencia de perder. No obstante, muy pronto se dará cuenta del engaño, mientras esto sucede, el mensaje que le damos es que él es el mejor en cualquier circunstancia. esta enseñanza es negativa por diversas razones: es falsa, imposible y pone en duda el valor del esfuerzo.
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Lo más importante: en la sociedad actual hemos desarrollado una actitud en extremo competitiva, intentamos ser el número uno en todo. Pareciera que en cada actividad en la que nos involucramos tenemos que demostrar superioridad, dejando de lado el gozo y el placer ante la necesidad de sobresalir.Los niños aprenden por imitación, por lo tanto, no pierdas de vista que tu hijo asimila todas tus actitudes.
Ayúdalo a aceptar el fracaso
Pon el ejemplo
Comienza por reconocer cuál es tu forma de reaccionar ante la frustración: analiza qué haces cuando discutes con tu pareja, no te atienden con rapidez en el supermercado o alguien te gana el paso en el Periférico. Si creciste en una familia muy competitiva, tal vez al leer este artículo te des cuenta de que el tema te afecta y debes trabajarlo. de manera que, al apoyar a tu hijo para superarlo, tú también puedes beneficiarte.No te pierdas: 6 razones por las que debes jugar con tu hijo
Habla con él
Utiliza diferentes situaciones y ejemplos para destacar la importancia de ser un buen perdedor –y un buen ganador, por supuesto–. Ya sea al ver juntos un programa de televisión o cuando te cuente acerca de un compañero que lloró tras ser vencido en el partido de futbol, o bien, al comentarle lo que observaste con alguna amistad o durante una escena en la calle, aprovecha para tocar el punto. No olvides que si el problema está presente es mal momento para hablar: un niño enojado es poco receptivo, no escucha razones. Es mejor hacerlo en otra ocasión y sin señalarlo como el protagonista del incidente. Comentarios como: “No importa si ganas o pierdes, lo importante es apren- der el juego”, “Diste una gran batalla”, “Lo intentaste y ahora sabes algo nuevo", pueden ser útiles para afrontar el momento.Si tu hijo nunca enfrenta situaciones de competencia, tendrá dificultad en resolverlas cuando la visa se las presente de nuevo.
Si en algún momento detectas en él una reacción negativa al no lograr lo que quería, evita señalarlo en público, llámalo aparte y platícale acerca de lo que han aprendido juntos, pregúntale qué podría haber hecho diferente o qué le ayudaría a sentirse mejor, y déjate sorprender por sus respuestas.