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¿Por qué los niños se comen los mocos?

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¿Tu hijo se come los mocos y no sabes si es normal o qué hacer?

por que los niños se comen los mocos
Es más común de lo que nos gustaría, y además incómodo. Saber por qué los niños se comen los mocos te dará hasta ternura. Ellos no dimensionan lo que está bien o mal, lo que es cochino o está bien. Solo es una más de sus muchas exploraciones. Y no, no lo hace por maleducado.

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¿Por qué los niños se comen los mocos?

Durante los primeros años, los niños exploran el mundo con el cuerpo: tocan, muerden, chupan. La nariz no se salva. Si algo sale de ahí, es natural que quieran saber qué es, cómo sabe o cómo se siente. Se trata de una conducta típica del desarrollo infantil, especialmente entre los 2 y 5 años, según la pediatra Elena Blanco de la Asociación Española de Pediatría.

¿Deberías preocuparte?

No necesariamente. Comer mocos (científicamente llamado mucofagia) es común, y si no hay otros síntomas, no suele ser algo grave. Sin embargo, hay señales que sí conviene observar:

  • Si tu hijo lo hace compulsivamente.
  • Si se lastima al hurgarse la nariz.
  • Si hay sangrados frecuentes.
  • Si lo hace incluso cuando se lo señalas con calma muchas veces.

En esos casos, puede tratarse más de un hábito nervioso o una forma de regular ansiedad, según indica la Clínica Mayo.

¿Puede hacerle daño?

En general, no. Aunque los mocos contienen bacterias, ya vienen del cuerpo, y el sistema digestivo está preparado para manejarlos. Pero sí pueden favorecer infecciones si hay demasiada manipulación nasal. También podrían provocar lesiones o sangrados si se hurga con fuerza o frecuencia.



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¿Qué puedes hacer?

1. Hazlo consciente sin avergonzar.
Puedes decirle con calma: «Veo que te estás metiendo el dedo en la nariz. ¿Te ayudo a limpiarte con un pañuelo?»

2. Ofrece alternativas.
Ten siempre pañuelos a la mano. Si lo hace por aburrimiento, proporciónale otra actividad con las manos: plastilina, bloques, un libro.

3. Refuerza con constancia.
La repetición es clave. No esperes que deje el hábito en dos días. Lo importante es que el mensaje se mantenga claro y sin drama.

4. Observa el entorno.
¿Lo hace cuando está estresado, cansado o aburrido? Tal vez necesitas ajustar rutinas, horarios o darle más herramientas para calmarse.

Si el hábito se vuelve obsesivo, interfiere con su vida diaria o afecta su salud (como infecciones nasales constantes o ansiedad), lo mejor es consultar con un pediatra o un psicólogo infantil. Ellos pueden descartar causas médicas o emocionales de fondo.

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