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Lo que siempre debes recordarle a tus hijos

Sergio Sepúlveda hizo una reflexión de lo que los hijos nunca deben olvidar.

En los últimos años, el término amnesia infantil ha tomado cierta popularidad y es que según los expertos, los niños guardan una cantidad de recuerdos hasta los cuatro años de edad pero alrededor de los seis, sus memorias de bebés se borran o, en el mejor de los casos, almacenan algunas cosas en algún rincón de su cerebro al que difícilmente puede acceder cuando son adultos.

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Es ahí cuando las fotos, los videos y nuestra memoria de padres se vuelven invaluables. Esas imágenes, sonidos y nuestros relatos más que testigos son un tesoro intangible de la vida. Las fotos que registran el momento en que se les cayó el primer diente, cuando están disfrazados en los festivales escolares o con la llegada de los reyes magos son un patrimonio de la familia que merece guardarse.

Por eso, después de hacerme consciente de los efectos de la amnesia infantil que atacará a mis hijos, he decidido hacerles una colección de momentos que no recordarán, pero que es indispensable que mantengan en su corazón cuando sean adultos.

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Algunas cosas que siempre les recordaré a mis hijos: 



Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.

  • El día que nacieron, mamá llegó al hospital nerviosa. Mientras entraba al quirófano, sonreía para que la viéramos en calma. Su miedo era por hacer todo bien para que ustedes nacieran sin contratiempos, jamás por lo que le sucediera a ella.
  • Mamá pidió verlos en cuanto salieron de su vientre. Yo estoy seguro de que su llanto no fue por dejar de sentir su calor, sino porque fue la primera vez que se separaron, con la incertidumbre que siente alguien que no sabe si es un adiós o un hasta luego. Después, la felicidad estalló cuando los pusieron en el pecho de su madre, donde se oye el sonido básico de la vida, ese tum tum que fue el primer sonido que los arrulló.
  • Ella nunca se dobló por cansancio. La falta de sueño, el dolor de la cesárea, la inexperiencia, sus pezones irritados, los tobillos hinchados nunca pesaron tanto como para no amamantarlos cada vez que tenían hambre. Las ojeras y las lágrimas aparecieron como parte de la transición posparto, pero sus ojos siempre estuvieron vigilando cada respiración.
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  • Mamá los tuvo siempre impecables. Hizo de la hora del baño, un momento divertido con juguetes, mantuvo sus cabellos en su lugar y con cierta coquetería       para ir a la escuela y siempre buscó el mejor disfraz para su mini superhéroe o para su princesa de cien centímetros de estatura.
  • Los enseñó a caminar. Su mano fue el principal apoyo para mostrarles que siempre es mejor caer yendo hacia el frente que permanecer inmóvil en una zona de confort.
  • Celebró su primera palabra. La escuchó antes que nadie, y no es que decir «mamá» sea más fácil que cualquier otra palabra, estoy seguro que es una recompensa celestial que la mayoría de los niños empiecen su habla con la palabra que aleja todos los miedos.
  • Mamá es amiga de los reyes magos. Siempre usó esa mágica relación, no para que ustedes tuvieran más o menos juguetes, sino para que nunca perdieran la ilusión de que sus deseos pueden hacerse realidad.
  • Hizo un diplomado en medicina. Se asesoró con el pediatra y siempre hizo frente a cada uno de sus dolores, muchas veces con medicamento, otras tantas sólo con un curita, pero en todas ellas un beso y la energía de una caricia.

Son mil y un recuerdos que no tendrán, pero en los que no hay duda de que su mamá es la escultora que moldeó detalle a detalle la sonrisa que hoy aparece en sus rostros. A ella le deben todo, a ella no le deben nada.

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