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Ser mamá es aprender a pedir ayuda

No tienes por qué hacerlo todo sola, así que de vez en cuando pide SOS, ¡ayuda!

Lo primero de lo que hay que convencerse es que ser una buena mamá no significa hacerlo todo solas siempre. No señoras, las mamás necesitamos ayuda y la mayoría de las veces debemos aprender a pedirla, porque pareciera que se nos va la vida queriendo demostrarle al mundo que nosotras podemos.

Claro que podemos, pero uno, no tenemos nada que demostrarle al mundo y dos, pedir ayuda no es de débiles y mucho menos sinónimo de fracaso. De mi maternidad y como mamá de tres niños he aprendido que si no pido ayuda, mis hijos pueden perder oportunidades, yo también y eso no es justo.

Por ejemplo, mi tropa retomará sus clases de natación y la verdad es que me encantaría tener todas las tardes libres y un auto para poder llevarles a todas sus actividades extraescolares, que por cierto son muy pocas, pero la realidad es que no puedo. No me da la vida, no me da tiempo, la ciudad es un caos… Así que mi mamá se ha ofrecido a llevarlos en días separados y yo solo he dicho «gracias».

O por ejemplo, cuando tengo que salir por las noches a dar las clases de Cuidados del recién nacido a otras futuras mamás, necesito que alguien cuide de mis tres criaturas.  Si no lo hiciera, no podría salir a trabajar y no podría ayudar a otras mamás.

Otro ejemplo es cuando tengo alguna cita médica. Por ejemplo, con la dentista que sólo me atiende los lunes por la tarde, pues ni modo, ya sea mi mamá, alguna prima o mi asistente doméstica me tendrá que ayudar y debo avisarles con tiempo y por supuesto, preguntarles si pueden y quieren.

¡Y del descanso ni hablamos! Sí, lo confieso, a veces le he dicho a mi mamá “te los encargo 20 minutos, me voy a dormir, porque simplemente ya no puedo más.» Entiendo que mis hijos ya no son tan bebés, pero esto de pedir ayuda aplica desde el día uno hasta que se van de la casa, supongo (todavía no llego a esa etapa).



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Como asesora posnatal, cuando visito a una nueva mamá le pregunto si necesita ayuda en algo y siempre me dice que no. Entonces a veces, en lo que platicamos, comienzo a levantar la mesa, o de plano a lavar los trastes. A muchas les da pena, pero les explico que parte de mi trabajo es que ellas estén en paz y que su prioridad debe ser su bebé.

A casi nueve años de haberme convertido en mamá, si algo tengo claro, es que pedir ayuda en realidad nos hace fuertes y  poderosas porque aprendemos a delegar y priorizar. ¿Qué es lo urgente? ¿Qué realmente tenemos que hacer nosotras y qué podemos dejarle a otras personas?  Y de paso, nuestros hijos o hijas aprenden que entre más nos ayudemos, podemos hacer más cosas y llegar más lejos.

Pedir ayuda es aprender a reconocer nuestras fortalezas y nuestras debilidades y eso, sin lugar a dudas, nos va haciendo mejores mamás y mejores personas.

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