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No se trata de ganarles a los hijos, se trata de no perder autoridad emocional. Porque cuando la jerarquía se invierte, el niño no solo se confunde, sino que se siente huérfano de límites. Y eso, aunque parezca lo contrario, les genera mucha ansiedad.
¿Por qué nos ganan los hijos?
- Porque muchas veces confundimos el amor con la culpa.
- Porque nos da miedo que nos dejen de querer.
- Porque estamos agotados y preferimos “ceder para tener paz”.
- O porque les dimos el control sin darnos cuenta.
Ejemplo: Tu hijo quiere cenar papas y refresco. Le dices que no. Grita, llora, patea el refri. Tú, con el cansancio a flor de piel, dices: “Bueno, solo por hoy…” ¿Quién ganó? Él. ¿Quién perdió la oportunidad de enseñarle salud, límites y contención? Tú.
No eres su amigo, eres su adulto confiable
Los niños necesitan figuras sólidas, no “amigos con autoridad blanda”.
Tu hijo no necesita que lo aplaudas todo. Necesita que lo guíes, incluso si eso significa decir “no” aunque frunza el ceño.

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Ejemplo: Tu hija quiere quedarse en la pijamada, pero tú sabes que mañana tiene examen. Dices que no. Ella te lanza un “¡Todas las mamás dejan, menos tú!”.
Respira y contesta: “Yo soy tu mamá, no todas. Y mi trabajo es cuidar tu descanso y tu futuro, no tu popularidad momentánea”.
El que se enoja… pierde (la autoridad)
- Cuando tú gritas más que tu hijo, pierdes.
- Cuando entras al berrinche, pierdes.
- Cuando amenazas sin cumplir, pierdes.
Ejemplo: “¡Si no recoges tus juguetes, los voy a tirar!”
No los tiras. Solo gritaste. Resultado: él aprende que tú solo haces ruido. Y vuelve a ganar.
Tu palabra debe ser un contrato
Si dijiste que el iPad se apaga a las 8, se apaga a las 8. No a las 8:30 porque “te vio con ojitos”. Ni a las 9 porque “era su caricatura favorita”.
Ejemplo:
Establece rutinas claras. “Después de cenar, se lavan los dientes y se apaga la tele”. No es negociable. Si lo haces tres días seguidos, ¡milagro! El cuarto día lo hará solo.
Ganar no es controlar, es formar
No se trata de tener la razón en todo. Se trata de tener la misión de educar con amor y firmeza.
Y ojo: puedes ceder, pero no rendirte. Puedes negociar, pero desde la posición de adulto responsable, no desde el miedo a que te rechacen.
Ejemplo:
“Te puedo dejar jugar 10 minutos más si tú mismo pones el temporizador y cuando suene, apagas. Si no lo haces, mañana no hay tiempo extra”.
Esto enseña autorregulación, no complacencia.
Que tus hijos no “te ganen” no significa que siempre ganes tú.
Significa que sepan que en ti hay un adulto confiable, coherente y emocionalmente disponible, que los ama tanto como para frustrarlos cuando hace falta. Porque frustrar con amor también es una forma de cuidar.