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¿Padeces el Síndrome de Wendy?

¿Te encanta complacer a la gente pero también te sientes agobiada? Puede que tengas el Síndrome de Wendy y no tengas ni idea… ¡Averígualo!

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Cuando te conviertes en mamá y pareja, tomas nuevas responsabilidades que implican cuidar y procurar a tu hijo, quien es incapaz de ver por sí mismo y por ello depende de ti. Pero en esta nueva dinámica, muchas veces (y sin darte cuenta) cruzas la línea entre satisfacer y consentir a tu crío, y comienzas a hacerlo con todas las personas que están a tu alrededor, incluyendo tu pareja, amigos y hasta a tus papás. Es decir, pasas de ser alguien complaciente a ser una neurótica-amable. Averigua si padeces el Síndrome de Wendy…

 

El Síndrome de Wendy con el que muchos se identifican

Las neuróticas-amables buscan complacer a los demás (en especial a su pareja e hijos) de forma compulsiva, dejan todas sus otras responsabilidades o pasan por encima de sus propias necesidades con tal de cumplir con las del otro, una característica que también se conoce como síndrome de Wendy.

Esta condición hace referencia a la película de Wendy de la película de Peter Pan de Walt Disney. En ella, Wendy es una niña de 12 años que se encarga de cuidar a sus hermanos más pequeños y a quien Peter Pan después le carga la chamba, llevándola al País de Nunca Jamás donde también le pide atenderlo a él y a los niños perdidos.

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Por lo regular, la obra va completa y el síndrome de Wendy va acompañado de alguien que sufre el síndrome de Peter Pan descrito por el psicólogo Dan Kiley, o sea, mujeres que cuidan a hombres o a sus hijos porque éstos prefieren que alguien más resuelva sus propias responsabilidades.



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“Yo no soy así”

Seguro has escuchado que el primer paso para cambiar algo es aceptarlo. Piensa que las que padecen el Síndrome de Wendy justifican su comportamiento diciendo que “ayudan” a los demás porque les gusta verlos satisfechos y felices. ¿Te suena a algo que tú has dicho?

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La clave para saber si se trata de una situación fuera de los rangos normales es identificar cuántas veces sacrificas o cedes en lo que a ti te gustaría, con tal de agradar a la otra persona involucrada. Respira y responde sí o no a las siguientes situaciones (esto es lo que una persona con Síndrome de Wendy hace):

  • No cumples tus metas. Con tal de estar disponible para los demás, prefieres no comprometerte a cumplir objetivos que sean sólo para ti.
  • Te descuidas. Dejas a un lado los buenos hábitos que hacías por ti porque prefieres dedicar ese tiempo y esfuerzo a alguien más.
  • Pones en riesgo tus responsabilidades y no te importa meterte en problemas con tal de resolver los asuntos de otros.
  • Buscas la aprobación y el reconocimiento de los demás constantemente.

La amabilidad es positiva pero si actúas así siempre y de forma compulsiva, quizá tengas razgos de neurótica-amable

Si contestaste “sí” a la mayoría de estas preguntas puede ser que sufras este síndrome y seas una neurótica-amable. No te sientas mal, esta conducta aparece tanto por tener una personalidad que tiene hacia la generosidad, como por el entorno machista y las experiencias de tu infancia, pero ¡puedes cambiarlo!

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Di ¡no!

Las mujeres que sufren el Síndrome de Wendy, llevan haciéndolo  desde hace años. Por eso, si ya no te queda duda de que todo este diagnóstico va contigo, ten claro que tendrás que dejar ciertos hábitos a los que ya podrías estar acostumbrada. Tranquila, el proceso es largo pero es posible. Aquí viene el secreto.

Conforme creces, aprendes que tu comportamiento es bueno o malo, según la reacción de los demás hacia él, por lo que es muy probable que pienses que decir “no” será tomado a mal y, en consecuencia, es algo incorrecto. ¡Falso!

Poner demasiada atención en los demás, refleja cuánto de descuidas y, a la vez, cuánto esperas que ellos hagan por ti.

Decir “no” es la llave para evaluar tus propias necesidades y no pasar por encima de ellas. Para hacerlo requieres romper algunos lazos emocionales que te atan a otras personas; ten por seguro que cuando lo hagas, él, ella o ellos se sorprenderán y, muy probablemente, te reclamen. Lo importante es mantenerte firme y confiar en que establecer límites es uno de los actos más grandes de amor –para ti y para esa persona– y la manera de construir una relación sana, sin abuso por parte de uno ni sacrificio de más por parte del otro. Aplica las siguientes recomendaciones para que tu cambio sea real:

  • Marca límites. Evalúa, de la forma más objetiva posible, qué cosas sí dependen de ti, cuáles no,  y lo que a ti te corresponde.
  • Consiéntete y deja que te consientan. No es un lujo, en cualquier relación se vale tomarte un break y también gozar de los apapachos de los demás.
  • Delega. Por más que te estrese pensar que las cosas no van a salir bien si tú no las haces, atrévete a confiar en los demás. Los resultados pueden sorprenderte o indicarte áreas de crecimiento en las que sí valga la pena apoyar.
  • Haz una lista de tus talentos. Descubre todas las cosas valiosas que tienes, además de lo que haces por los demás.
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Prueba una terapia. Si consideras que el agobio y estrés te están sobrepasando, busca a un experto que te ayude a trabajar en ti y lograr un equilibrio sano en tus roles de vida.

Todas las mujeres llevamos una pequeña parte de Wendy y neurótica-amable dentro, sería iluso pensar que no. Lo importante es que adoptes esta actitud de manera controlada y no afectes el crecimiento y la salud emocional de quienes te rodean.

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