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¿Qué es la sobreexigencia parental y por qué causa tanto daño?

¿Te sigues creyendo el rol de la «mamá perfecta? Conoce el daño que le estás haciendo a tu hijo, cuando caes en la sobreexigencia parental.

Con las todas las demandas del mundo moderno, convertirse en padres también ha cambiado. Hoy en día existe un conocimiento muy amplio con respecto al desarrollo infantil y el cuidado emocional. El estudio del mundo interno de los niños y su complejidad ha traído mucha claridad para la comprensión de la manera en la que se desenvuelven. Sin embargo, como padres es importante decodificar lo que es relevante y no caer en la sobreexigencia parental.

¿Por qué caemos en la  sobreexigencia parental?

En ocasiones es tanto el bombardeo de información y la presión por seguir con las pautas de crianza impuestas, que he encontrado en mi trabajo como psicoterapeuta, una necesidad de los padres de tener todo bajo control y esto los empuja a funcionar de manera mecánica con sus hijos.

Con la pandemia esto se ha exacerbado. De un día para otro se nos pedía, en mayor medida a las madres, cumplir ya no solo con el rol exclusivo de madre, sino también de maestra, de cuidadora del hogar y en muchos casos, además, continuar ejerciendo nuestra profesión. El tema es que había una sensación generalizada de tener que cumplir con todas estas tareas sin tropiezos, y el resultado era siempre una sensación de insuficiencia.

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Creo que la meta de toda parentalidad es la de ejercer de manera adecuada sus funciones, porque sabemos que son los padres las figuras que guían, contienen y estructuran a los niños. Pero me pregunto; ¿de qué manera vamos a ofrecer a nuestros hijos una figura de identificación fuerte si nos colocamos en un lugar de alguien que no quiere cometer errores? Esto es importante para no caer en la sobreexigencia parental.

Ejercer la parentalidad desde este único ángulo, nos coloca forzosamente en un lugar moralista, partiendo siempre de lo que deberíamos ser o hacer sin tomar en cuenta lo que queremos para ellos. El resultado final, al forjar una crianza sólo desde el “deber ser”, es que los padres viven con mucha ansiedad y los niños la reciben. Se transmite entonces la poca tolerancia a la frustración y los niños crecen con un pequeñísimo margen de error, quedando sacrificado su auto concepto y auto confianza para salir al mundo. La sobre exigencia actual sombrea el poder de decisión, evita el pensamiento crítico y le quita autenticidad al vínculo.



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La crianza funciona como una espiral; es decir, conecta con la forma en que cada uno fue criado y esto presenta un sin fin de avatares porque nuestro accionar está dirigido siempre por procesos inconscientes.

Pensar a los padres con un control total y con todas las respuestas también tiene muchas consecuencias. Los excesos en la crianza pueden convertirlos en figuras que sofocan, que todo resuelven, que devoran. Esta manera de funcionar cierra la posibilidad de que el niño se separe y busque afuera una vida propia, produciendo una relación tan cercana con la madre que crea barreras en el crecimiento emocional.

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Donald Winnicott, un psicoanalista inglés que fue también pediatra, habló de “la madre suficientemente buena”, y explicó que el bebé conoce el mundo precisamente porque la madre (o el cuidador primario) le ayuda a interpretarlo. Se espera que la madre esté presente y disponible emocionalmente para metabolizar la ansiedad del mundo interno y externo para que el ambiente no se sienta tan amenazante.

Lo que subrayo de este valioso concepto es el de ser suficiente, no total, no perfecta. No caer en la sobreexigencia parental. Las madres también tienen sus propias ansiedades, también se agotan, dudan, se frustran. El desarrollo es un interjuego entre la gratificación y la frustración , por ejemplo , cuando la madre se tarda unos minutos más en prepararse para darle de comer a su bebé y éste explota en llanto pero se tranquiliza cuando la madre lo sostiene y lo alimenta.

Winnicott nos enseñó que son estos momentos de frustración de la madre, aquellos espacios de incertidumbre y de impotencia en la crianza, lo que le permite al niño pueda ver que sus padres no tienen todas las respuestas y es así como, poco a poco, se puede separar, pasar de la dependencia a la independencia y, a partir de esta experiencia, buscar respuestas propias al crecer. Es ahí, donde se da un espacio de creatividad en el niño, donde comienza a pensar por sí mismo, y más adelante logra tener un criterio propio.

Al observar a sus padres vulnerables y con errores comienza el desarrollo de la empatía, de la capacidad de espera, de la tolerancia a la frustración y de la autonomía, aspectos elementales del desarrollo emocional temprano. Por favor papás no caigamos en la sobreexigencia parental.

 

 

No podemos perder de vista que es tarea de los padres cuidar la mente y las emociones de ambos ( de ellos y sus hijos ) y es este el camino para lograr ser esa figura de protección que el niño necesita. Siempre habrá momentos de dudas, pero Winnicott enfatiza que es la devoción de la madre por su hijo lo que hace que pueda conectar con él y cubrir sus necesidades, no el ser experta en temas de desarrollo.

El reto diario es difícil, pero más difícil resulta la amenaza de ejercer una crianza impecable, sin considerar que cargamos cada uno con una historia que nos hace únicos. Los niños no necesitan padres perfectos, sino padres vivos que actúen de manera genuina y que se equivoquen desde un lugar individual, auténtico. Es ésta la mejor manera de crear un vínculo profundo, sólido y real.

Psic. Beatriz Carrión
Psicóloga clínica y psicoterapeuta psicoanalítica
e- mail – psic.beatrizcarrion@gmail.com

Linkedin – www.linkedin.com/in/psicbeatrizcarrion

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